El pueblo tomó la decisión de no suicidarse
El gobierno de Macri está
llegando a su fin. Luego de cuatro insufribles e insoportables años no tiene
nada para ofrecer al pueblo. Ello explica el carácter místico de sus actos
públicos. El “sí, se puede” se asemeja al “síganme que no los voy a defraudar”
pronunciado por Carlos Menem durante la campaña electoral de 1989. Mauricio
Macri, el frío y calculador ingeniero, no ha tenido más remedio que acudir a la
pasión, a la fe, a la creencia. Es entendible su estrategia electoral ya que no
le queda otra opción.
Otro
aspecto notable de la campaña electoral de Macri es que habla como si fuera un
candidato de la oposición y no el defensor de su gobierno. Tal como sucedió
entre 2015 y 2019 en ningún momento el presidente-candidato hizo una genuina
autocrítica de sus innumerables errores cometidos, especialmente en el área
económica. Nunca se hizo responsable del desastre que estamos padeciendo. La
culpa siempre la tuvo el kirchnerismo o un mundo en permanente mutación. Pero
él, jamás. Él nada tuvo que ver con la inflación, la depreciación del peso, la
escalada del dólar, el aumento de la desocupación, los tarifazos, la pobreza e
indigencia; él no tuvo nada que ver con la estanflación que nos agobia desde
hace tiempo.
Macri demostró ser un
adicto a la mentira. Mintió durante la campaña electoral de 2015. Prometió que
cuidaría el trabajo de cada argentino y que jamás devaluaría. Su actuación en
el debate con Scioli en el Aula Magna de la Facultad de Derecho
de la UBA pasará,
en este sentido, a la historia. Y también la de Scioli quien pronosticó el
ajuste y la devaluación del peso ante un Macri que lo miraba con sorna y
desprecio. Una vez en la
Casa Rosada el presidente no hizo más que tomarles
el pelo a los argentinos, burlarse de todos nosotros de manera descarada y
obscena. En todas y cada una de sus apariciones en televisión no hizo más que
faltarnos el respeto. Su anuncio más patético fue el referido a su decisión de
atar la suerte de su gobierno a la voluntad de Donald Trump y Christine
Lagarde, por entonces directora ejecutiva del FMI. Presentó ese hecho como una
demostración palpable de la confianza que su gobierno estaba generando en el
mundo cuando en realidad se trató de un manotazo de ahogado, de un pedido desesperado
de ayuda para evitar su caída.
Macri termina su gobierno
de la peor manera. A la inmensa mayoría de los argentinos el dinero no les
alcanza. Se cuentan por miles las familias que se alimentan una vez al día. Es
inaudito que en el país de las vacas el precio del litro de leche sea
prohibitivo. Ir al supermercado ha pasado a ser para muchos una tortura
psicológica, al igual que el pago de la luz, el gas y el agua. Sin embargo,
Macri insiste con su latiguillo preferido: no hay otro camino para alcanzar el
desarrollo que el elegido por su gobierno. Para el presidente más allá del
neoliberalismo sólo está el abismo. Durante su gestión sólo escuchó a su círculo áulico. Sus
oídos sólo tuvieron en cuenta las voces de Marcos Peña y Jaime Durán Barba.
Siempre decidió en soledad, apoyado en su gigantesco ego. Jamás se dignó a
tener en cuenta las opiniones de los más importantes dirigentes del
radicalismo, reducido a la triste categoría de furgón de cola. Pocas veces la
historia argentina registró semejante menosprecio de un presidente por un
partido que merece respeto, al menos por su trayectoria centenaria. Recién
ahora, luego de la debacle de Macri en las PASO, se escuchan voces rebeldes,
como la de Alfredo Cornejo.
El 27 de este mes la
inmensa mayoría del pueblo le pondrá fin a un patético gobierno conducido por
un patético presidente. Está harta y hastiada. Llegó al límite de lo tolerable,
de lo soportable. En consecuencia, tomó la decisión de no suicidarse.
LIC. HERNAN KRUSE.
*Especial para "VIENTO DEL SUR".
San Miguel
Buenos Aires
Argentina
10./10.19
11.02 hs
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