jueves, 10 de octubre de 2019

El pueblo tomó la decisión de no suicidarse


El pueblo tomó la decisión de no suicidarse


  El gobierno de Macri está llegando a su fin. Luego de cuatro insufribles e insoportables años no tiene nada para ofrecer al pueblo. Ello explica el carácter místico de sus actos públicos. El “sí, se puede” se asemeja al “síganme que no los voy a defraudar” pronunciado por Carlos Menem durante la campaña electoral de 1989. Mauricio Macri, el frío y calculador ingeniero, no ha tenido más remedio que acudir a la pasión, a la fe, a la creencia. Es entendible su estrategia electoral ya que no le queda otra opción. Otro aspecto notable de la campaña electoral de Macri es que habla como si fuera un candidato de la oposición y no el defensor de su gobierno. Tal como sucedió entre 2015 y 2019 en ningún momento el presidente-candidato hizo una genuina autocrítica de sus innumerables errores cometidos, especialmente en el área económica. Nunca se hizo responsable del desastre que estamos padeciendo. La culpa siempre la tuvo el kirchnerismo o un mundo en permanente mutación. Pero él, jamás. Él nada tuvo que ver con la inflación, la depreciación del peso, la escalada del dólar, el aumento de la desocupación, los tarifazos, la pobreza e indigencia; él no tuvo nada que ver con la estanflación que nos agobia desde hace tiempo.


  Macri demostró ser un adicto a la mentira. Mintió durante la campaña electoral de 2015. Prometió que cuidaría el trabajo de cada argentino y que jamás devaluaría. Su actuación en el debate con Scioli en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UBA pasará, en este sentido, a la historia. Y también la de Scioli quien pronosticó el ajuste y la devaluación del peso ante un Macri que lo miraba con sorna y desprecio. Una vez en la Casa Rosada el presidente no hizo más que tomarles el pelo a los argentinos, burlarse de todos nosotros de manera descarada y obscena. En todas y cada una de sus apariciones en televisión no hizo más que faltarnos el respeto. Su anuncio más patético fue el referido a su decisión de atar la suerte de su gobierno a la voluntad de Donald Trump y Christine Lagarde, por entonces directora ejecutiva del FMI. Presentó ese hecho como una demostración palpable de la confianza que su gobierno estaba generando en el mundo cuando en realidad se trató de un manotazo de ahogado, de un pedido desesperado de ayuda para evitar su caída.


  Macri termina su gobierno de la peor manera. A la inmensa mayoría de los argentinos el dinero no les alcanza. Se cuentan por miles las familias que se alimentan una vez al día. Es inaudito que en el país de las vacas el precio del litro de leche sea prohibitivo. Ir al supermercado ha pasado a ser para muchos una tortura psicológica, al igual que el pago de la luz, el gas y el agua. Sin embargo, Macri insiste con su latiguillo preferido: no hay otro camino para alcanzar el desarrollo que el elegido por su gobierno. Para el presidente más allá del neoliberalismo sólo está el abismo. Durante su gestión sólo escuchó a su círculo áulico. Sus oídos sólo tuvieron en cuenta las voces de Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Siempre decidió en soledad, apoyado en su gigantesco ego. Jamás se dignó a tener en cuenta las opiniones de los más importantes dirigentes del radicalismo, reducido a la triste categoría de furgón de cola. Pocas veces la historia argentina registró semejante menosprecio de un presidente por un partido que merece respeto, al menos por su trayectoria centenaria. Recién ahora, luego de la debacle de Macri en las PASO, se escuchan voces rebeldes, como la de Alfredo Cornejo.


  El 27 de este mes la inmensa mayoría del pueblo le pondrá fin a un patético gobierno conducido por un patético presidente. Está harta y hastiada. Llegó al límite de lo tolerable, de lo soportable. En consecuencia, tomó la decisión de no suicidarse.





LIC. HERNAN KRUSE.
*Especial para "VIENTO DEL SUR".
San Miguel
Buenos Aires
Argentina


10./10.19
11.02 hs


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