Una radiografía de la Argentina actual
El fin de semana que acaba de concluir tuvo un único
tema de conversación: la gran final de América entre Boca y River. Nunca antes
los dos equipos más poderosos del país se habían enfrentado en semejante
instancia, en un partido definitorio de tanta trascendencia. Ponzio dijo hace
poco que si las dos escuadras llegaban a la final el mundo seguramente se
paraba el mundo. Ello no sucedió pero lo cierto es que la Europa futbolística, por
ejemplo, estuvo pendiente de lo que sucedió ayer en la Bombonera. Es que se trata de un acontecimiento deportivo que
difícilmente se reitere, de ahí su carácter extraordinario. Para colmo, el
partido no se pudo jugar el sábado debido a un fortísimo temporal que azotó el
gran Buenos Aires, lo que no hizo más que aumentar la adrenalina de todos. Al
mediodía todos nos preguntábamos ¿se juega el partido? Más tarde ¿cuándo se
juega, al día siguiente o el próximo sábado? Finalmente, tanta incertidumbre se
aplacó el domingo al mediodía cuando la Conmebol confirmó que el partido se jugaba a las
16 horas. Mientras tanto, todos los canales de televisión estaban pendientes
primero del temporal y luego de la decisión de la máxima institución del fútbol
latinoamericano. Todos hablaban de lo mismo provocando, me parece, el hartazgo
de los televidentes.
Lo que sucedió en la
Argentina este fin de semana es algo “lógico” ya que se trata
de un país futbolero hasta la médula. Puso al descubierto nuestro verdadero
rostro: el de una sociedad que por un Boca-River entra en un estado de alienación
patológico. Sino, no se explica que dos hechos de una extrema gravedad hayan
pasado completamente inadvertidos, sepultados por la locura que generó el
partido. Primero, el temporal propiamente dicho. Ni los diarios de gran tirada,
ni los grandes canales de televisión, ni el propio gobierno, hicieron mención
alguna de las inundaciones que provocó la lluvia en zonas del conurbano
habitualmente castigadas por la naturaleza. Gracias a Facebook nos enteramos,
por ejemplo, de que Quilmes literalmente se sumergió como consecuencia de la
inusual cantidad de milímetros de lluvia proveniente del cielo. Incluso
aquellos programas domingueros, como el de Mauro Viale, que se especializan en
poner al aire el drama que significan las
inundaciones, en esta oportunidad sólo se refirieron a la gran final. Segundo,
el drama social que padece la provincia del Chaco.
En su edición del domingo la
periodista Micaela Urdinez publicó en La Nación un artículo cuyo título estremece: “En
Chaco, la mitad de los chicos de hasta 17 años son pobres”. Luego se ve una
foto dantesca de los pies de un adolescente chaqueño con evidentes signos de
sufrir los embates de la pobreza. La periodista narra la historia de una niña
wichi de 13 años que falleció el miércoles a raíz de una cesárea que se le
practicó de urgencia. El día anterior su bebé, de sólo un kilo, había fallecido
al nacer. Luego Urdinez dice algo aterrador: esta pequeña no tenía existencia
para el sistema, era invisible. Carente de educación, tampoco recibía la
atención médica correspondiente. Era una desparecida civil. Lamentablemente, su
caso no es el único. Según la
Unicef la mitad de los chicos chaqueños hasta los 17 años
viven en la pobreza. Así de simple. Así de dramático. Mientras tanto, la clase
dirigente chaqueña seguramente estuvo pendiente de Boca versus River.
Lo que pasó con la gran final este fin de semana es una diáfana y
cristalina radiografía de la
Argentina actual. Somos una sociedad que cuando llega el
momento de ver un partido de fútbol trascendente, definitorio, se desentiende
de lo genuinamente importante, de lo que realmente es relevante. En nuestro
orden de prioridades primero está el Boca-River y luego la pobreza de nuestros
adolescentes y niños. Ello explica la decisión del sistema de medios de darle
pasto (la gran final) a las fieras (todos nosotros) durante el sábado y el
domingo de manera ininterrumpida. “Pan y circo”, como se dice coloquialmente,
la clásica estrategia de emplear el entretenimiento para distraer a las masas para
que se olviden de que para el poder no son más que una serie de números.
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